Jesús, como buen judío, escuchó y leyó la Torah. Estaba familiarizado con ella, porque en ella se había educado durante treinta años y en ella se veía reflejado, en virtud de la conciencia que tenía de sí mismo. Por eso, podrá decir sin titubeo alguno en la sinagoga de Nazaret: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír»
Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, los primeros cristianos, gracias a la mayor comprensión del misterio de Jesús por obra del Espíritu, hicieron de Jesús el libro viviente, el Evangelio de nuestra salvación. De este modo, el cristianismo no es principalmente la religión del libro, sino la religión de la persona de Jesucristo, libro siempre vivo que revela a los hombres las vicisitudes y los tortuosos caminos de la historia.
Por eso, es muy necesario que los cristianos, ya desde niños, desde la educación básica, nos familiaricemos con toda la Biblia: con el Antiguo y con el Nuevo Testamento.
¡Qué labor tan grande tienen entre manos los catequistas que preparan a los niños para la primera comunión o para la confirmación! ¡Qué importante que los catequistas de jóvenes y adultos sepan guiarlos hacia una lectura cristiana de la Biblia!
Tú has recibido todo esto de alguien. Imagina lo importante que fue y ahora te toca a ti ser una de esas personas que hará que otros puedan acercarse a Dios. Tu testimonio, tu espiritualidad y tu pasión por transmitir el amor de Dios.
El don de nuestra común vocación a seguir a Cristo «más de cerca» a través de los consejos evangélicos de obediencia, sin nada propio pero todo en común y en castidad, iluminados también por la palabra y el ejemplo de tantos hermanos nuestros nos sirvan para reavivar, como lo pide el apóstol Pablo (cf. 2 Tim 1: 6-11) el don de la vocación al que fuimos llamados.
Ánimo, ¡sé fuerte! Persevera, ¡sé fiel!, y da fruto, ¡despierta el mundo!
Ánimo, ¡sé fuerte! El Señor ha sido generoso con nosotros los consagrados, mirándonos con amor (cf. Mc 10, 17-30), llamándonos a compartir su vida y su misión (cf. Mc 3, 13). Sé generoso con él. No seas víctima de la pereza que te lleva a elegir el viaje más cómodo y fácil. Es cierto que lo que el Señor te pide, que lo sigas más de cerca (cf. Mt 19, 21), y lo que exige la vida consagrada vivida en plenitud, supera nuestras fuerzas y capacidades. Pero ¿tal vez no hemos oído decir que en nuestra debilidad se manifiesta el poder de Dios? (2 Corintios 12, 9) ¿No dice la Escritura que para Dios «nada es imposible»? (Lc 1, 37), y “que todo lo podemos en Aquel que nos da fuerza”? (Filipenses 4, 13)
No te alinees Jeremías, al número de los que escuchando la «Trompeta del Espíritu» (San Agustín), que los llama a seguir al Señor en la vida consagrada no pueden responder a la misma, por el ruido y la dispersión en la que viven o simplemente porque están demasiado apegados a sus planes y proyectos para dar la vida al proyecto de Dios.
No hagas de la cuestión vocacional una historia de nunca acabar, una búsqueda simple, sin desear encontrar al Señor y seguirlo con valentía, por temor a perder la propia libertad o autonomía. La Escritura dice: «Si han escuchado su voz no endurezcan su corazón» (Salmo 95 7-8). Sí, si escuchas la voz del Señor, vive un discernimiento vocacional sereno y serio, haciéndote acompañar por un auténtico maestro del espíritu, y ora y reza sin cesar (cf. Lc 22, 46), para que el Señor te haga conocer su santa voluntad. Y, conocida la voluntad del Señor, con fe viva, esperanza cierta y caridad perfecta, no pospongas la respuesta durante mucho tiempo, no pases la vida en la incertidumbre de quien no asume con coraje el riesgo de una respuesta generosa.
Permanece Jeremías. No tengas miedo. Que no te falte la fe ni se debilite tu esperanza. El Señor, como un día a Jeremías, hoy asegura a cada uno de nosotros: «Yo estoy contigo para librarte» (Jeremías 1, 8). Da fruto, ¡despierta el mundo!
Jeremías, sé padre y madre, NO SOLTERÓN (Papa Francisco). Huye de la tentación de idolatrar tu imagen, de la tentación de Narciso, que te llevará, como el personaje mitológico, a morir en sus propias redes. Recuerda siempre que «la felicidad está más en dar que en recibir» (Hechos 20, 35). Y que dando se recibe (San Francisco). No vivas, encerrados en ti mismo, en tus intereses, planes y proyectos.
La Orden de los Clérigos Regulares (Teatinos) y toda la Iglesia se encuentra de fiesta. Celebramos una vez más la fidelidad de Dios Nuestro Señor, que nunca nos deja solos. Nos alegramos en el Señor al poder levantar la vista y ver jóvenes dispuestos a afrontar el reto de seguir a Jesucristo, de enamorarse plenamente de él, para hacer suyos los deseos de la salvación de todos los hombres y verificar que el carisma de San Cayetano sigue vivo.
Lo característico de los “seguidores” de San Cayetano es vivir siempre en actitud de “reforma sacerdotal”. Dios te conceda redescubrir con corazón enamorado, la fundamentalidad del Carisma con el cual el Espíritu del Señor te quiere presente en su Iglesia: a través de “comunidades compuestas por sacerdotes reformados”.