Cargando.. por favor espere...

VENERABLE GIACOMO TORNO, CR

  Community Manager

Nov 06 2024

Actualidad

Compartir desde:
Facebook

Twitter

Pinterest

Giacomo Torno nació como el segundo hijo de la familia en 1539 (o en 1541) en Nápoles, de los padres el abogado Giovan Antonio Torno y Laura Follera. Desde joven estudió letras y jurisprudencia y, a la edad de 18 años, a pesar de la fuerte oposición de su padre, ingresó en los Clérigos Regulares Teatinos en San Paolo Maggiore, siendo recibido el 30 de octubre de 1558 por el superior, el beato Giovanni Marinoni, quien ya había sido su confesor anteriormente. El 24 de febrero de 1560, Giacomo hizo la profesión solemne en la basílica de San Paolo Maggiore y, el 20 de abril siguiente, fue enviado a Roma a la casa teatina de San Silvestro al Quirinale, donde recibió las órdenes menores y el subdiaconado. Regresó a Nápoles por razones de salud en 1567, el mismo año en que fue ordenado diácono y en 1568 sacerdote, siempre en la Casa de San Paolo Maggiore. Durante toda su vida fue un gran ejemplo de humildad, solicitando frecuentemente para sí mismo las tareas más humildes de la casa, como llevar agua diariamente para lavar los orinales, tirar la basura, limpiar la iglesia de los excrementos de los perros. Nunca aspiró a ningún cargo o dignidad dentro de la Orden Teatina, rechazando siempre participar en los capítulos y prefiriendo el silencio y la oración para no juzgar a sus hermanos. A pesar de su natural inclinación a la terquedad, el Siervo de Dios era descrito por todos como el teatino más amable, un modelo de mansedumbre y paciencia; nunca se le oyó una palabra dura ni se entregó a un gesto ofensivo. Fue un ejemplo magistral de obediencia, nunca se atrevió a hacer nada sin el permiso de su confesor o del superior. Por ejemplo, antes de remendar un calcetín o mover una figura de papel de un lugar a otro de su celda, siempre pedía permiso, manteniendo esta costumbre incluso en la vejez. Giacomo Torno obedecía no solo a los superiores y confesores, sino también a los hermanos y a los clérigos más jóvenes de la comunidad, además de a los hermanos laicos, ayudando a estos últimos con las tareas más humildes. El Siervo de Dios siempre estaba dispuesto, sin evitar nunca las peticiones que le hacían, convirtiéndose en un claro ejemplo no solo de obediencia, sino también de disponibilidad. Tuvo a su cargo la inspección de las hostias para la Santa Misa, limpiar todos los objetos sagrados, lavar la ropa blanca de la sacristía y cuidar todo el mobiliario de la iglesia. Realizó esta tarea con dedicación, edificando no solo a los jóvenes clérigos, sino también a muchos laicos que admiraban la iglesia de San Paolo Maggiore por su espléndida limpieza y extraordinaria pulcritud. Giacomo Torno luchó constantemente contra sí mismo, sus pasiones y deseos. Sus hermanos lo llamaban «amigo del coro y de la celda». Era muy experto en casos de conciencia y en las rúbricas del breviario, por lo que los superiores le asignaron el cuidado y la guía del coro, oficio que desempeñó durante muchos años. Algunos hermanos testificaron que, al recitar los salmos, el Siervo de Dios quedaba absorto, en estado de contemplación y con el rostro transfigurado por el éxtasis. Fue un ejemplo edificante de oración no solo para los novicios, que siempre lo veían presente y puntual en el coro, sino también para los hermanos y fieles laicos, que admiraban su piedad y devoción. Aunque Giacomo Torno sufrió durante toda su vida diversas enfermedades que lo debilitaron físicamente, nunca mostró signos de sufrimiento. A pesar de tener un carácter fuerte, descrito por los contemporáneos como «la naturaleza del dragón», nunca lo dejó entrever, ofreciendo siempre ejemplos de caridad, humildad, paciencia y misericordia. El P. D. Valerio Pagano C.R., contemporáneo del Siervo de Dios, declaró: «Para ejercitarse mejor en la virtud de la paciencia, el Señor permitió que [Giacomo Torno] fuera cruelmente atormentado por los demonios, que se le aparecían de día y de noche, dándole todo tipo de tribulaciones y golpes crueles. Muchas veces yo mismo, que vivía cerca de su celda, era llamado con urgencia al golpear él la pared que separaba nuestras celdas. Me urgía de tal modo que apenas tenía tiempo de ponerme la ropa y corría rápidamente hacia él, pero nunca me decía nada, salvo: “Por caridad, quédate un poco conmigo y ten paciencia por la molestia”. Y cuando había pasado un tiempo, me decía: “Vete a descansar”, agradeciéndome mucho y pidiéndome perdón por las molestias causadas. Posteriormente se supo por sus confesores que él pedía ayuda para poder defenderse mejor de los demonios». Esta declaración revela la gran intuición del Siervo de Dios, quien comprendió que uno de los mejores medios para alejar a los demonios de su vida era la presencia de sus hermanos. Por lo tanto, sin dudarlo, se puede definir a Giacomo Torno como el Apóstol de la vida comunitaria. Además, Giacomo Torno fue uno de los confesores de San Andrés Avellino y lo asistió en su lecho de muerte. Estudió las Sagradas Escrituras con asiduidad y se confesaba diariamente. Sus hermanos lo consideraron un santo en vida. El Siervo de Dios murió santamente en Nápoles el 18 de enero de 1609 en San Paolo Maggiore, donde hasta hoy descansa su cuerpo incorrupto. Ya en 1611, pocos años después de su muerte, se inició el ‘proceso informativo’ en la iglesia de San Paolo Maggiore. Fue venerado con el título de Beato por aclamación popular de los napolitanos. En el siglo XIX, el caballero Andrea Torno Aldana (1813-1898) realizó una urna de cristal para albergar el cuerpo incorrupto del Siervo de Dios, facilitando así a los fieles, quienes pedían abrir continuamente la urna de madera donde se conservaba al Venerable. El 23 de mayo de 2020, el cardenal Crescenzio Sepe autorizó la reapertura del proceso de beatificación del Venerable Giacomo Torno.

Autor: P. Aleksander Iwaszczonek C.R.