El Venerable Francesco Olimpio nació en Nápoles el 5 de agosto de 1559, en el seno de una familia acomodada originaria de Capua. El 16 de febrero de 1575 pidió entrar a los teatinos. El 17 de junio de 1576 hizo sus votos religiosos en la Iglesia de SS. Apóstoles en Nápoles. Fue ordenado sacerdote el 25 de febrero de 1584.
Realizó su apostolado principalmente en Nápoles y por breves períodos en Bitonto, Vico Equense, Sorrento y Capua. Se distinguió por su amor a la pobreza, la humildad y el sacrificio. Amaba intensamente el sacramento de la Eucaristía, ante el cual se reunía en adoración durante muchas horas. La Palabra de Dios fue el punto de referencia de toda su vida y animó especialmente a los jóvenes a leerla asiduamente.
Tenía una ternura especial por los niños, en cuyo rostro veía el rostro inocente de Jesús, por los que hacía milagros y prodigios. El mismo niño Jesús lo alegró con su visita con las palabras: «Yo soy el Jesús que amas en los pequeños».
Muy devoto de la Virgen María en el misterio de su Inmaculada Concepción, difundió entre el pueblo una oración especial, exaltando los privilegios con los que estaba dotada la Madre de Dios.
Vivió en un ambiente de santidad con San Andrés Avelino, el Beato Pablo Burali d’Arezzo, Ven. Ursula Benincasa, murió en Nápoles el 21 de febrero de 1639. Su cuerpo fue trasladado de la iglesia de SS. Apóstoles, en 1822, a la Iglesia de San Paolo Maggiore, donde descansa en la cripta de la misma Basílica.
Sus virtudes fueron declaradas heroicas el 10 de agosto de 1783. El pueblo lo invoca como protector de los niños y de la infancia doliente.
ORACIÓN
Oh Dios, en el misterio de la infancia de tu Hijo Jesús, nuestro Señor, alegraste a tu sacerdote Francisco Olimpio permitiéndole beneficiar a los niños con prodigios y gracias para proteger su salud del cuerpo y del espíritu. Imploramos de tu bondad que el amor que en vida te trajo sea aún hoy para nuestros hijos: protección, bendición y liberación de todo mal.
Por la intercesión de la Inmaculada Virgen María y la oración de tu Siervo Francisco Olimpio, concédenos la gracia que ahora te pedimos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Hay un silencio pidiendo la gracia)
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Pensamiento del Venerable Francisco Olimpio:
“Con mi humilde corazón en tierra, beso los pies de vuestra santidad, suplicándole que os dignéis bendecirme con bondad por mi intención.
Sit nomen Domini benedictum et Virginis Mariae”.
(Saludo al Papa Urbano VIII)