«Teatinos, pues. El apelativo tuvo éxito. Porque llevado en volandas por los mismos que se nombraban y honraban con él, teatino se desparramó mucho más allá de los teatinos. Y si fue, en principio el vulgo quien lo llamó así, fueron luego ellos los que engrandecieron su nombre difundiendo por todas partes la luz de su vida y una inconfundible forma de ser clérigo y cristiano. Y gracias a ellos, teatino pasó muy pronto a ser sinónimo de clérigo, e incluso, de laico reformado, es decir, devuelto al esplendor de la forma, nueva y rutilante, de ser cristiano: Un teatino modo de ser cristiano.» («Los Teatinos», R.P. Antonio Oliver, C.R.)
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