S. Andrés Avellino, primer biógrafo del Beato Paolo Burali
La embajada en España y la Inquisición en Nápoles. (2)
Tras la espectacular acogida, Felipe II se pronunció a favor de las gracias que pedía la ciudad. Poco después, el Rey consultó con su Consejo, pero recibió una respuesta totalmente negativa, ya que dichos favores se consideraban contrarios a la ley. Felipe II quedó muy perplejo y, sin saber cómo salir del paso, se fue de caza lejos de Madrid. La ausencia duró seis meses, durante los cuales el Rey creyó que el embajador de los napolitanos, molesto por el retraso, había abandonado Madrid y regresado a Nápoles. Cuando Felipe II regresó, se le apareció el padre Don Paolo, que le espetó: «Majestad, llevo tantos meses comiendo la sangre de los pobres. Por favor, por el amor de Dios, envíeme».
El Rey se aprestó a responder: «Vaya, Padre, pronto enviaré el despacho». El Padre comentó: «Quiero llevarlo yo». Y el Rey: «Padre, diga verbalmente a los Señores que se lo concederé». Y el Padre: «No me iré de aquí hasta que me deis las gracias por escrito». Qué van a decir. ¿Que he gastado tanto dinero sin haber obtenido nada?». Dicho esto, se alejó del rey con el rostro arrugado. Felipe II, movido a compasión, envió a Vargas, su primer secretario al Padre y le dijo que no se disgustara, porque él le haría feliz de nuevo. De hecho, escribió la carta de concesión a la ciudad. Consolado por el resultado positivo, el padre Burali regresó a Nápoles con las gracias obtenidas. La repercusión en la ciudad fue muy halagüeña, tanto más cuanto que el humilde embajador había gastado muy poco (dos mil ducados en once meses, que era lo que había durado la misión, incluido el viaje), y había obtenido una concesión que nadie más habría pedido.
Cuando regresó, siguió con su tenor de vida habitual, en su actitud característica, con gran humildad, y no contó nada de lo que había logrado. La noticia sólo se filtró por boca del citado Lucio.
Oración
Oh Dios, que manifestaste en el Beato Paolo Burali los caminos multiformes y admirables de tu llamada a la perfección cristiana, concédenos el consuelo de su celestial protección para seguirte de todo corazón. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
(se hace un pequeño silencio para pedir la gracia que cada uno lleva en su corazón)
Padre nuestro, Ave María y Gloria
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Pensamiento del Beato Pablo Burali:
«La tierra es una sombra, la vida es una comedia, la verdadera concreción hay que buscarla en los bienes del más allá. Los verdaderos bienes son los celestiales».
(Carta del 2 de febrero de 1565)
QPRD