Como estaba previsto, el día 17 de enero de 2020, en el la sede de la Parroquia San Cayetano de la Colonia Lindavista, Ciudad de México, cuando el reloj marcaba las 19 h, comenzó una celebración muy especial. Los Teatinos de México, llenos de entusiasmo, se disponían a contar entre sus filas con un nuevo sacerdote. El Diácono Joan Roberto Reyes Austria, C.R., recibiría por la imposición de manos y la plegaria de consagración de S.E.R. Mons. Salvador Rangel, OFM, obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, México.
La asistencia de clérigos y laicos realzó el tono solemne de la ceremonia, dando muestras de una fuerte comunión y de una adecuada preparación para compartir la fe y la vida. Allí se encontraba, dando testimonio de esa comunión en la Iglesia y en nuestro Instituto Religioso, el Rvdmo. P. Salvador Rodea González, C.R., Prepósito General de los Clérigos Regulares Teatinos. Además, se hicieron presentes junto a los Teatinos de México, los miembros de la Casa de Guadalajara, perteneciente a la Provincia Teatina «Our Lady of Purity», de los Estados Unidos, quienes ayudaron en el servicio litúrgico.
En un templo colmado y exultante, se fue desarrollando la oportuna liturgia. En ese marco, resonó el texto del Evangelio según San Lucas, en el cual los discípulos le piden a Jesús que les aumente la fe. En el canto de la pericona evangélica, declinado por el diácono, hizo eco con fuerza la respuesta de Jesús a aquella petición: «Si tuvieran fe aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, le dirían a este árbol frondoso: ‘Arrójate en el mar’ y él lo haría… Cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘no somos más que siervos que sólo han hecho lo que tenían que hacer'».
Después de la lectura del Evangelio, con gesto alegre y voz recia, se escuchó el «presente» del Diácono Joan Roberto, dando inicio al rito de la ordenación presbiteral de este hermano nuestro, que era presentado por el M.R.P. Octavio García, C.R., Prepósito Provincial de los Teatinos en México, al obispo que lo iba a ordenar.
Mons. Rangel, en su homilía, invitaba a considerar aquello que dice el Prefacio para las Ordenaciones, subrayando el hecho de que Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote fue consagrado por el Espíritu Santo.
Jesús confiere el sacerdocio a todos los bautizados, a todo el pueblo cristiano, configurándonos con él, sacerdote, profeta y rey. «‘Pero de una manera muy especial él elige algunos varones dentro del pueblo cristiano y los consagra mediante la imposición de las manos y la unción del santo crisma'», remarcaba Mons. Rangel, repitiendo las palabras del Prefacio.
Después, el obispo recordaba que en el mismo texto litúrgico se enumeran las tareas del sacerdote. Esbozándose la teología del santo sacerdocio, se traza el ángulo justo para pensar en el modo en el que Jesús actúa en el ministro sagrado, convirtiendo al presbítero en «otro Cristo», que deviene sacramento para el Pueblo, para la Iglesia, instrumento de santificación y de salvación.
Por ello, Mons. Rangel invitaba al todavía diácono Joan al agradecimiento y a la perseverancia, dadas las dificultades y desafíos que presenta la sociedad actual. «Dios te elige hoy para que seas el reconstructor de la sociedad… Para que seas el reconstructor de su Iglesia». Se puede pergeñar así un rasgo de la misión del sacerdote en nuestra época: Predicar y reconstruir la dignidad humana, que se ve hoy destruida, afectando profundamente la integridad de las personas.
Desde esta perspectiva, el obispo rememoraba los caracteres propios de nuestra espiritualidad teatina, volcada a la reforma. «Necesitamos Franciscos [de Asís], necesitamos Cayetanos, necesitamos Carafas, que den testimonio de amor y fidelidad en el mundo y en la Iglesia».
En definitiva, el gran proyecto que el sacerdote deberá encarnar es el que entraña el mandamiento del amor que Jesús dejó a sus discípulos. El camino de su realización, de alguna manera, pasa por ir hacia las periferias de la existencia, donde se necesita un corazón amoroso y misericordioso, que se desgrane en consolación y esperanza para los pequeños. Y el signo de que el ministerio estará andando por los rieles correctos es que, además, deberá irradiar alegría, evitando reflejar en el rostro del presbítero la rigidez de las momias, la acidez de los «pepinos en vinagre» y toda la retahíla de figuras que al respecto el Papa Francisco suele hilvanar en sus discursos a los sacerdotes.
De este modo, siguiendo a Mons. Rangel, podemos concluir que el neo-presbítero Joan se abre, con la ordenación presbiteral, a una vida del Espíritu Santo, en cada aspecto del ministerio que ejercerá, hasta en el momento final, en la hora de la partida definitiva. El obispo de Chilpancingo animaba a nuestro hermano, diciéndole: «No estás solo. Dios, tu comunidad y este pueblo bonito están contigo».
Quiera Dios acompañar al P. Joan y hacer de él instrumento de paz, de reconciliación y de reforma, allí donde le toque actuar!!
[fuente: «Teatinos en Camino» – Año V . Nº 02// 18.01.20]
Fotos, cortesía de: Ompe México