Francisco Marinoni, hijo de Bernardino e Isabel Marinoni, nació en Venecia (Italia) en 1490. Recibió la ordenación sacerdotal en 1515 y en 1521 se lo distinguió con el título de Canónigo de la iglesia de San Marcos. Frecuentó el Hospital de Incurables de Venecia, que había fundado San Cayetano en 1522, y deslumbrado por el ejemplo de éste, ingresó a la Casa Teatina de Venecia. En esa Casa hizo su profesión religiosa el 29 de mayo de 1530, en las manos del admirado Cayetano y adoptando el nombre de «Juan»

Con el mismo San Cayetano, partió, desde Venecia, en 1533, dirigiéndose hacia Nápoles, para fundar allí una Casa Teatina. En la ciudad del Vesubio permaneció casi toda su vida, dedicándose a la oración, al cuidado de las almas, a la predicación y a la formación de los candidatos a la vida teatina. Con decisión, renunció a hacerse cargo de la arquidiócesis de Nápoles, ministerio episcopal que le fuera ofrecido por el papa teatino Paulo IV.

Con el mismo ímpetu que tenía en su labor dentro de la comunidad religiosa, llevó adelante un denodado apostolado entre los más humildes. Viendo las aflicciones que éstos padecían a causa de los préstamos a usura, que los encadenaban a la avaricia de los prestamistas de dinero, influyó sobre un conspicuo número de laicos a los que acompañaba espiritualmente para que dieran vida al «Monte de Piedad», en modo de superar aquel abuso.

Murió santamente en Nápoles el 13 de diciembre de 1562 y fue sepultado en el cementerio conventual de San Pablo el Mayor de Nápoles, donde se pueden venerar sus restos junto a los de San Cayetano, del cual fuera infatigable compañero y el cual lo llamara «ángel en carne humana». También su discípulo San Andrés Avelino lo recuerda con un semblante que irradiaba paz y serenidad, porque Dios estaba con él. Clemente XIII reconoció y aprobó el culto de «Beato», que ya desde tiempos inmemoriales se le venía tributando. La fecha en la cual se lo recuerda litúrgicamente es el 12 de diciembre.